Poesia de Gonzalo Márquez Cristo | Colombia
EL NOMBRE DEL GRITO
Crees tanto en la sed: en la vida... En lo invisible. Duermes
de cara al oriente. Te purificas en el peligro. En los libros
delatas al tiempo como a un pájaro disecado.
En el bosque una encina te sigue. La luz te nombra. Cuando
eliges el rumbo del dolor alguien te da un sorbo de agua.
Deseas: esperas siempre equivocarte. Asumes la tiranía del ojo
llamada viaje y a veces con un rostro logras curar tu frío.
Sabes de un paraíso que nunca será memoria.
Asistes a la mascarada de la sobre vivencia aunque un ecuador
lejano y voraz atraiga tu vuelo. Así logras persistir.
Tus palabras caen como puñados de tierra sobre un cuerpo
desnudo.
Aquí comienza el instante. ¿Quién clama? ¿Quién responde entre
la sangre? ¿Quién descubre su sombra incandescente?
¡Que el grito siempre pueda detener la herida..!
¡Que el lenguaje alcance para no morir.
GENESIS
Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregamos
al vacío.
Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del
agua. El silencio jamás volverá a separarnos.
Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego.
Emprendemos el numinoso sobresalto. Vivimos la voracidad de
los hallazgos y el juego espectral del deseo.
El único fruto del árbol al que no podemos renunciar es a su
sombra. Sufrimos la persecución de la primavera –y fue allí
donde la palabra se hizo verde.
Lo que más dura es el instante, lo que más oculta es la luz.
Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer.
PALABRAS PERDIDAS
Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no
puede escapar.
Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito
y al llanto, a veces a la indiferencia, pero sabemos que
necesitamos de la guerra para ser inocentes.
Todo lo ha ofrendado la ceniza.
Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más
profundas alianzas y nuestros perseguidores pueden
encontrarnos.
Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede
de su túnel. Un árbol arde en nuestros ojos de agua.
La verdad –es decir lo prohibido–, impone su reino de
terror... y hemos decidido habitarlo con las manos
entrelazadas.
Creímos que la poesía nos enseñaría a morir...
Persistimos... Con frecuencia hacemos la extraña sonrisa del
miedo. Si huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima.
Por eso la palabra se pasa de mano en mano para construir una
morada invisible.
A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento.
Y cuando todos duermen escribimos... Pero un poema es el fósil
de un sueño, el cadáver de un dios...
¿Aún podremos salvarnos?
RESTITUCIONES
Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.
Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro
por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui
mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.
Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La
antigüedad del silencio...
No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a
pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.
La culpa que no te deja partir es el amor.
Pero ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...
El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo
sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...
Sé que el camino terminará por encontrarme.
Como todo lo que se hace visible para morir.
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