Historia de Argentina | Las Organizaciones Guerrilleras

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El pensamiento en los setenta se había radicalizado merced a la prédica de los sindicatos “clasistas" y del peronismo revolucionario de John William Cooke. Lo notable era ahora la apasionada inclinación por los métodos violentos de los jóvenes de clase media, provenientes en muchos casos de familias antiperonistas.

"El deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución", sostenía Cristianismo y Revolución, periódico que preconizaba la "acción violenta" contra la “violencia institucionalizada" y que se editó entre 1966 y 1969.

El Ejército Revolucionario del Pueblo, de raíces trotskistas, había sido fundado por Mario Roberto Santucho, un profesional santiagueño que actuaba en la Universidad de Tucumán. La acción del ERP pasó de los operativos de reparto a los villeros de alimentos confiscados a las multinacionales, a una serie de graves atentados, como el secuestro y asesinato del director general de la empresa FIAT Argentina, Oberdan Sallustro, y el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército (Rosario).

El ERP contaba con el apoyo de los tupamaros uruguayos y el MIR chileno cuando acometió la formación de un foco guerrillero en Tucumán, una provincia que se consideraba adecuada para seguir la recomendación del Che Guevara: "Crear uno, diez, cien, mil Vietnam en América latina oprimida por el imperialismo norteamericano".

Por otra parte estaban las "formaciones especiales" peronistas: las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), fundadas por Roberto Quieto, admirador de Guevara; las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) inspiradas en el pensamiento de Cooke. Montoneros terminó absorbiendo a las otras organizaciones armadas del peronismo. Esta organización subversiva que se había propuesto devolver el poder a Perón estaba integrada por jóvenes de clase media, católicos y nacionalistas. Fue aconsejada por el padre Mugica antes de que éste rechazara la lucha armada como método político. El asesinato de Aramburu resultó una suerte de prueba iniciática que consagró a Montoneros como a combatientes dignos de respeto.

A mediados de 1972 Lanusse sabia que la vuelta del peronismo era la mejor solución posible a los males argentinos, pero todavía imaginaba que podía condicionarla. Quería ahora acordar una candidatura a presidente que no fuera ni la suya propia ni la de Perón. Con ese propósito convocó al Gran Acuerdo Nacional (GAN), una iniciativa dirigida a los partidos, y a los sectores empresarios, financieros y laborales. Perón se burló de la propuesta.

Lanusse informó entonces que todo aquel que estuviera radicado fuera del país después de agosto del 72 quedaría excluido como candidato al futuro gobierno. Desafió a Perón; en un recordado discurso; diciendo que “no le daba el cuero" para volver y afrontar la compleja situación argentina.

Sin embargo, una vez transcurrida esa fecha, Perón anunció su regreso. Intuía que en la próxima contienda electoral el partido que más se diferenciase de los militares tendría mejores perspectiva de triunfar. Por eso designó secretario del movimiento justicialista a Juan Manuel Abal Medina, hermano del fundador de Montoneros, incluyó al joven Rodolfo Galimberti, otro "duro", en el Consejo Superior y utilizó al fiel Cámpora como delegado personal.

En agosto de 1972 el clima político había alcanzado un clímax de violencia a raíz de la fuga de los jefes guerrilleros presos en la cárcel de Trelew. Santucho, Gorriarán Merlo, Quieto y otros más lograron llegar a Chile; los complotados que no pudieron huir; entre ellos Ana María, la esposa de Santucho, fueron fusilados en un simulacro de fuga en la base Almirante Zar.

Hay indicios de que las organizaciones armadas contaban con simpatías de una parte significativa de la población muy sensibilizada por las denuncias sobre el uso de la tortura para reprimir a la guerrilla. Entre tanto seguían los secuestros, los asaltos de bancos, las puebladas y los asesinatos de policías y de oficiales de las Fuerzas Armadas: los almirantes Berisso y Quijada fueron ultimados para vengar a “los muertos de Trelew”.

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