La persona humana: genealogía, biología
El tema fue encarado desde el punto de vista del docente universitario católico y al respecto en más de una Comisión se consideraron cuáles son los objetivos de la Universidad y por ende las competencias específicas de sus docentes: la investigación en los respectivos ámbitos de sus disciplinas y la comunicación didáctica de su constante profundización.
Ambos objetivos deberían ser convenientemente evaluados junto con su perfil cristiano manifestado en la jerarquía de valores que vaya generando en los alumnos y el clima propio de la casa de estudios superiores.
Se entendió así el servicio esencial de la Universidad a la sociedad al tratarse el tema de la persona humana y se argumentó desde el punto de vista filosófico y teológico, distinguiendo ambos órdenes y a la vez uniéndolos. Al respecto se priorizó la necesidad de tener como norte la encíclica Fides et Ratio que orienta en el diálogo la apertura de este nuevo siglo y la Veritatis Splendor que considera verdad y libertad estrechamente unidas.
A la consideración de la naturaleza humana como punto de partida inmutable del estudio del hombre y como referente para el discernimiento de los reduccionismos del mundo contemporáneo, se unió la visión sobrenatural que surje del Magisterio cuanto de la importancia de la Gracia como don de Dios que ilumina la inteligencia con la fe, mueve al hombre con la esperanza confiada y lo lleva a una profunda vocación de servicio a su prójimo por el amor.
En la educación de la persona se consideró lo antes expuesto como un camino seguro a la “plenitud dinámica del hombre” y su inserción en la sociedad, a la vez que el modo de evitar los relativismos y los consensos como sucedáneos de la búsqueda de la verdad y la certeza que brina la antropología filosófica y desarrolla una psicología basada en el orden metafísico.
Al considerar la educación el fin último del hombre delínea esta antropología su propio fin y en Dios Uno y Trino y en Jesucristo asienta el valor supremo de un nuevo humanismo que exige el estudio de la unidad materio-espiritual consciente y libre del hombre abierto así a la verdad, el bien y la belleza y a los valores esenciales de la vida.
La vida ha de considerarse desde la concepción a su muerte natural como inviolable y digna y no sujeta a manipulación. Importa al respecto el personalismo que debe expresar la relación médico-paciente. Los aportes a la noción de dignidad del embrión humano y a la cultura de la vida, así como la identidad sexual, connotaron la exigencia del estudio de la genética y la responsabilidad de biólogos, médicos, psicólogos, educadores y sacerdotes en el estudio profundo de la persona y su genealogía, biología y geografía y se consideraron las actitudes del profesional ante las enfermedades físicas, psíquicas y morales, incluyendo los vicios y actuales degradaciones por la droga y la violencia.
Se anotó a la familia como la primera responsable de la vida total con la consideración de la planificación familiar y de la educación paternal, a la vez que como Iglesia doméstica.
Respecto a la relación de familia y niñez se tuvieron en cuenta desde el punto de vista psico-ético y jurídico, no menos que el económico y socio-cultural. Centró varios temas la conformación del núcleo familiar del niño adoptado.
La biotecnología constituyó un capítulo ligado a la sociedad actual y se anotaron las posibilidades y deficiencias, filosófico-teológicas y de actualización científica y tecnológica de buena parte de los docentes universitarios abocados a temas de singular presencia en la cultura humana actual y a la por venir. Al respecto se recalcó la importancia de humanizar las relaciones con la ciencia y la tecnología y la búsqueda de una bioética personalista, a la vez que una antropología creacionista.
Las ponencias de científicos abocados a los distintos temas y su relación con el hombre tendieron al “nuevo humanismo” que requiere ser gestado por la Universidad.
La sabiduría considerada desde la filosofía y culminando en la teología, se tuvo en cuenta como la necesaria conformación de las disciplinas universitarias y un freno a la segmentación en saberes en el mundo científico, su investigación y su incidencia en lo educacional.
Sólo una Sabiduría cristiana –manifestó más de una Comisión- que tome a todo el hombre en su unidad substancial y su realidad divino humana, podrá avisorar el nuevo humanismo que la Universidad debe gestar.
El tema fue encarado desde el punto de vista del docente universitario católico y al respecto en más de una Comisión se consideraron cuáles son los objetivos de la Universidad y por ende las competencias específicas de sus docentes: la investigación en los respectivos ámbitos de sus disciplinas y la comunicación didáctica de su constante profundización.
Ambos objetivos deberían ser convenientemente evaluados junto con su perfil cristiano manifestado en la jerarquía de valores que vaya generando en los alumnos y el clima propio de la casa de estudios superiores.
Se entendió así el servicio esencial de la Universidad a la sociedad al tratarse el tema de la persona humana y se argumentó desde el punto de vista filosófico y teológico, distinguiendo ambos órdenes y a la vez uniéndolos. Al respecto se priorizó la necesidad de tener como norte la encíclica Fides et Ratio que orienta en el diálogo la apertura de este nuevo siglo y la Veritatis Splendor que considera verdad y libertad estrechamente unidas.
A la consideración de la naturaleza humana como punto de partida inmutable del estudio del hombre y como referente para el discernimiento de los reduccionismos del mundo contemporáneo, se unió la visión sobrenatural que surje del Magisterio cuanto de la importancia de la Gracia como don de Dios que ilumina la inteligencia con la fe, mueve al hombre con la esperanza confiada y lo lleva a una profunda vocación de servicio a su prójimo por el amor.
En la educación de la persona se consideró lo antes expuesto como un camino seguro a la “plenitud dinámica del hombre” y su inserción en la sociedad, a la vez que el modo de evitar los relativismos y los consensos como sucedáneos de la búsqueda de la verdad y la certeza que brina la antropología filosófica y desarrolla una psicología basada en el orden metafísico.
Al considerar la educación el fin último del hombre delínea esta antropología su propio fin y en Dios Uno y Trino y en Jesucristo asienta el valor supremo de un nuevo humanismo que exige el estudio de la unidad materio-espiritual consciente y libre del hombre abierto así a la verdad, el bien y la belleza y a los valores esenciales de la vida.
La vida ha de considerarse desde la concepción a su muerte natural como inviolable y digna y no sujeta a manipulación. Importa al respecto el personalismo que debe expresar la relación médico-paciente. Los aportes a la noción de dignidad del embrión humano y a la cultura de la vida, así como la identidad sexual, connotaron la exigencia del estudio de la genética y la responsabilidad de biólogos, médicos, psicólogos, educadores y sacerdotes en el estudio profundo de la persona y su genealogía, biología y geografía y se consideraron las actitudes del profesional ante las enfermedades físicas, psíquicas y morales, incluyendo los vicios y actuales degradaciones por la droga y la violencia.
Se anotó a la familia como la primera responsable de la vida total con la consideración de la planificación familiar y de la educación paternal, a la vez que como Iglesia doméstica.
Respecto a la relación de familia y niñez se tuvieron en cuenta desde el punto de vista psico-ético y jurídico, no menos que el económico y socio-cultural. Centró varios temas la conformación del núcleo familiar del niño adoptado.
La biotecnología constituyó un capítulo ligado a la sociedad actual y se anotaron las posibilidades y deficiencias, filosófico-teológicas y de actualización científica y tecnológica de buena parte de los docentes universitarios abocados a temas de singular presencia en la cultura humana actual y a la por venir. Al respecto se recalcó la importancia de humanizar las relaciones con la ciencia y la tecnología y la búsqueda de una bioética personalista, a la vez que una antropología creacionista.
Las ponencias de científicos abocados a los distintos temas y su relación con el hombre tendieron al “nuevo humanismo” que requiere ser gestado por la Universidad.
La sabiduría considerada desde la filosofía y culminando en la teología, se tuvo en cuenta como la necesaria conformación de las disciplinas universitarias y un freno a la segmentación en saberes en el mundo científico, su investigación y su incidencia en lo educacional.
Sólo una Sabiduría cristiana –manifestó más de una Comisión- que tome a todo el hombre en su unidad substancial y su realidad divino humana, podrá avisorar el nuevo humanismo que la Universidad debe gestar.